Mudo y en duermevela,
temblado por vientos que ignoran su destino
y se desquician viendo al mar
sumergirse con los astros en su abismo,
el horizonte boca arriba
es la inundación del infinito,
y esos perros encelados y sucios,
pisotean nubes en la playa,
copulando frente a lo impasible
enarenan el cielo
con un dibujo iluminado de la especie,
y la niña que baja la escalera
hace una señal en su pecho,
tal vez una cruz
o tal vez nada,
siente en el rostro la brisa
pero es un fado el que vuela
y la despeina
y la besa en la nuca
y la embriaga con olor a limones
y naranjas
y un cierto dejo de miseria
que en ella se inocencia,
un fado siempre desencantado
a esta hora inmensa de la tarde
que los enamorados desolan
con sus besos
sin primicia de renacimiento.
Todo lo que era abierto
pasa,
incoherente,
por comarcas
donde quedó el hombre
como un resto sin comienzo.
como un resto sin comienzo.
¿Hacia qué espantos voy,
después de quitarme la vida,
acicalada con ojos
que no sirven para mirarse?
En cada ola toca la luz
y entra la muerte.
(De: Separata)
(De: Separata)
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