" Y veo en mi corazón sin dios por los caminos" - Leopoldo 'Teuco' Castilla -
viernes, 23 de marzo de 2012
Planos de ciudad
La verdadera isla,
un punto caótico del aire
que no vuelve al aire,
una línea blanquísima
de espaldas a figuras sin materia
que la lluvia desaparece,
un reino de postales funerarias
en calles abriéndose al desierto
y el fin del mundo maloliente
bailando su silencio de cartones
por el puente invertido en la luz.
La verdadera isla
desaparece en el caracol azul
del sillón abundado de nadie,
en su punto de fuga.
Ingrávidos garabatos
fictician una nieve que se olvida.
Para entrar en la belleza
los árboles traen el espacio
y en las nubes
vemos pasar,
descalzo,
al tiempo.
(De: Separata)
un punto caótico del aire
que no vuelve al aire,
una línea blanquísima
de espaldas a figuras sin materia
que la lluvia desaparece,
un reino de postales funerarias
en calles abriéndose al desierto
y el fin del mundo maloliente
bailando su silencio de cartones
por el puente invertido en la luz.
La verdadera isla
desaparece en el caracol azul
del sillón abundado de nadie,
en su punto de fuga.
Ingrávidos garabatos
fictician una nieve que se olvida.
Para entrar en la belleza
los árboles traen el espacio
y en las nubes
vemos pasar,
descalzo,
al tiempo.
(De: Separata)
viernes, 16 de marzo de 2012
Dudas
A la altura de los balcones llenos de polvo
las hojas de los árboles se mecen,
aunque tal vez no es así,
porque entre el balcón y yo
hay una cortina opalescente.
Pienso que si puedo descorrerla
podré ver con claridad esos árboles
y, en lugar de fresnos,
comprobaré que son pinos romanos
elevados en el borde de las colinas,
hieráticos,
esperando que el sol decline
con temblor de nervios de la loba.
Mientras esto sucede,
prometo no olvidar
la columna donde estoy apoyada
cuando cae la tarde
sobre la iglesia de Constantino.
Si recorro la distancia hacia el balcón
veré los gorriones columpiarse
piando sobre el ruido de la ciudad.
Mas, heme aquí,
con el sabor de un caramelo,
dejando que la carga del alma avance
y deforme
el espacio en el que recompongo
la última palabra,
porque he visto morir a un poeta
en los techos de Nueva York.
(De: De Secretos y Volcanes - 2001)
las hojas de los árboles se mecen,
aunque tal vez no es así,
porque entre el balcón y yo
hay una cortina opalescente.
Pienso que si puedo descorrerla
podré ver con claridad esos árboles
y, en lugar de fresnos,
comprobaré que son pinos romanos
elevados en el borde de las colinas,
hieráticos,
esperando que el sol decline
con temblor de nervios de la loba.
Mientras esto sucede,
prometo no olvidar
la columna donde estoy apoyada
cuando cae la tarde
sobre la iglesia de Constantino.
Si recorro la distancia hacia el balcón
veré los gorriones columpiarse
piando sobre el ruido de la ciudad.
Mas, heme aquí,
con el sabor de un caramelo,
dejando que la carga del alma avance
y deforme
el espacio en el que recompongo
la última palabra,
porque he visto morir a un poeta
en los techos de Nueva York.
(De: De Secretos y Volcanes - 2001)
martes, 6 de marzo de 2012
Ceguera
Y son fieras las manos atadas
en la cicatriz del tormento,
amurallando el vasto sueño
por donde vagan latidos desiguales
que dejó el espejismo de una noche
con el hombre royendo su congoja.
El terror anda por la voz como un peligro,
como un vértigo voraz
que pasa apoyado en la ceguera,
empuñando la sombra para descifrar
el universo.
el universo.
Y los ojos pierden su luz en el abismo
donde flota, desierta, la caricia.
A la vista del placer reposa el cautivo.
Una larga cabellera de relámpagos
atraviesa la calle interminable
y una mujer pierde la vida para siempre.
(De: Samotracia - 1999)
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