domingo, 17 de junio de 2018

                 

                   

                        Hace más de treinta años hice
aquello que Ramón Palomares dijo
que le dijeron que hiciera
cuando su padre había muerto:
                       Ábrele los ojos por última vez
                       y huélelo y tócalo por última vez”
lo hice sin una vela encendida en la mano
pues cuando murió mi padre era la mañana
y en lugar de árboles y un prado con animales
y pájaros entre nubes
esa mañana sólo hubo lágrimas
que puse en los ojos de mi padre
mientras el sol avanzaba quitándome
también a mí la sombra
también a mí el aire

abrí los ojos de mi padre
y vi desenvainado en ellos
un cielo que había virado
subterráneo al invierno

por última vez lo olí
toqué su costado tibio y azul
             de corazón derramado
y en sus manos
mareas de otra orilla sin remedio
       
                      no había prados ni árboles
ni pájaros esa mañana
sólo un dolor comiéndome de muy adentro
de tan adentro
que metí a mi padre en ese adentro
para que el mismo animal nos comiera
           a los dos
y nada más nos pese
y pudiera yo hacer
lo que no quería  mi padre
                    que hiciera:
                                     Poesía.


De: Bajo el terebinto (2017)

domingo, 3 de junio de 2018



               
Quién hubiera dicho
que la vuelta a casa me pondría otra vez
                a ser una sola con los árboles
                emergiendo del aire que redondea
                el pecho de la piedra y los zorzales
                ligera de amapolas madrileñas

quien hubiera dicho que abriendo puertas
me remanse la luz de la acequia
y el misterio del brazo taciturno
                que recorre la pared
                modulando contra el cielo de la tarde
                                      esa trenza oscura
                que no es una parra
                es un vino enamorado
                                      de la tierra estremecida.