Hace más de treinta años hice
aquello
que Ramón Palomares dijo
que
le dijeron que hiciera
cuando
su padre había muerto:
“Ábrele los ojos por última vez
y huélelo y tócalo por
última vez”
lo
hice sin una vela encendida en la mano
pues
cuando murió mi padre era la mañana
y en
lugar de árboles y un prado con animales
y
pájaros entre nubes
esa
mañana sólo hubo lágrimas
que
puse en los ojos de mi padre
mientras
el sol avanzaba quitándome
también
a mí la sombra
también
a mí el aire
abrí
los ojos de mi padre
y vi
desenvainado en ellos
un
cielo que había virado
subterráneo
al invierno
por
última vez lo olí
toqué
su costado tibio y azul
de corazón derramado
y en
sus manos
mareas
de otra orilla sin remedio
no
había prados ni árboles
ni
pájaros esa mañana
sólo
un dolor comiéndome de muy adentro
de
tan adentro
que
metí a mi padre en ese adentro
para
que el mismo animal nos comiera
a los dos
y
nada más nos pese
y
pudiera yo hacer
lo
que no quería mi padre
que hiciera:
Poesía.
De: Bajo el terebinto (2017)
De: Bajo el terebinto (2017)
Y alli estaba tu amigo, para acompañarte y darte la peor noticia.
ResponderEliminarNo vi como le abriste los ojos.
Tampoco como lo oliste.
Pero si te seguí viendo poeta,
surcando con tu poesía lo que muchos no podemos.
Ese ancho y largo camino de la vida.
Hay Gente que no muere, trasciende...
vos vas a ser una de ellas.