Quién hubiera dicho
que la
vuelta a casa me pondría otra vez
a ser una sola con
los árboles
emergiendo del aire que redondea
el pecho de la
piedra y los zorzales
ligera de amapolas madrileñas
quien
hubiera dicho que abriendo puertas
me
remanse la luz de la acequia
y el misterio del brazo taciturno
que recorre la pared
modulando contra el cielo de la
tarde
esa
trenza oscura
que no es una parra
es un vino enamorado
de la tierra estremecida.
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