La verdadera isla,
un punto caótico del aire
que no vuelve al aire,
una línea blanquísima
de espaldas a figuras sin materia
que la lluvia desaparece,
un reino de postales funerarias
en calles abriéndose al desierto
y el fin del mundo maloliente
bailando su silencio de cartones
por el puente invertido en la luz.
La verdadera isla
desaparece en el caracol azul
del sillón abundado de nadie,
en su punto de fuga.
Ingrávidos garabatos
fictician una nieve que se olvida.
Para entrar en la belleza
los árboles traen el espacio
y en las nubes
vemos pasar,
descalzo,
al tiempo.
(De: Separata)
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