No hay flores tatuando silencios en el agua.
Sólo este puente entre una orilla
y otra de ciegas tentaciones.
Es tan hermosa la noche que invita al viaje
anunciado en la mirada de los bebedores,
celebrantes llenos de culpa y regocijo.
Alguien cruza la distancia del espanto
mientras la música de un sueño
atrapa con sus tentáculos el suspiro
y lo sella, herida del infierno,
en la tinaja blanca de la memoria.
Rueda la mirada en los demonios del poema.
(De: Samotracia - 1999)
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