No es posible despertar
de la fascinación de la noche
como si el dormir fuera
un alba remota,
un alba sin ojos
porque no hubo verdad,
sólo esa terrible asfixia
aislando fuentes sin milagros,
y los rezos encogidos
por temblores de ciego
que al final del desierto
atraen ruidos del mundo
para que todo termine
como evocación de abismos
en letanías de sed.
La copa del tormento
concilia lobos que se miran
feroces en el sueño.
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