Que nadie impida el obstinado vuelo de Pegaso,
el golpe azul de su galope sin sosiego
por interminables transparencias del crepúsculo.
Dejen que la mano de la noche lo sostenga
con su vientre iluminado,
como una mujer nómada que otorga sueños
sin preguntas ni despedidas.
Que nadie impida el vuelo y el galope,
que fluyan
por los brazos alzados y desnudos
del hombre
puesto a encontrarse entre los pájaros.
(De: Irrintzi - 2009)
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