Ven a mi casa en otoño,
cuando apenas comiencen a cerrarse
las puertas que quedaron abiertas
al fluir de los ángeles.
Puertas nacidas en la luz de las uvas,
destellando lunas y extrañas visiones
que caminan lejos y solas,
y un cansado amor perdido en telarañas
y sonido de tacuaras
golpeando siestas con frutos incendiados
y un aroma en el aire puesto a curvar
cuerpos enloquecidos por el abrazo
devorado con ansias hasta el abismo.
Ven a mi casa cuando las hojas
se duerman despacio en la mirada,
cuando poco a poco se vuelva incienso
el íntimo palpitar del pecho
y noches intactas en sus brasas
oyen cómo el viento desmigaja horas,
que pudiendo tributar su fuego al día
se quedaron tapiadas en despedida.
Ven cuando ya no tengas un lugar adónde ir.
Ven a mi casa en otoño pero no me busques,
ya no existo.
(De: SEPARATA)
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