Me ha puesto triste esto de saber
que las rosas del vitral están a punto de secarse,
esas rosas que crecían abriendo su inocencia
en cada amanecer de la Santa Vera Cruz.
Me gustaba, al despertar,
en la perfecta penumbra del silencio,
verlas llegar como rostros de la infancia.
El aire se cuajaba de mariposas,
como las que ahora vibran
cuando la luz que nada sabe de pérdidas
y abandonos,
brota en cada amanecer, Dionisio,
buscando tus ojos celestes
vueltos hacia otra distancia,
y tu barba donde jugar a enredarse.
Las rosas del vitral se están muriendo
en medio de tanta luz desperdiciada.
(De: Irrintzi - 2009)
A veces, en las calles de una ciudad se puede producir el prodigio.
Entre dos personas que hace poco se conocen surge la figura de una
tercera. Sucede cuando la nombran: Dionisio Aizcorbe.
Y en plena avenida Santa Fe se instala el Castillo de Aizcorbe y nos
vamos adentrando en él como en el sueño, y como en el sueño
dialogamos a la sombra de la montaña, mientras el agua de la acequia
apura el canto de la noche.
Carlos Pasqualini y yo te pusimos a nacer, Dionisio, cuando vos no lo imaginabas.
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