A veces la costumbre del cuerpo
días en
acecho canícula del silencio
auspiciado por
confusas distancias
grafías en
deslumbre de violines
erizando sueños nieve fatal
bebida en los ojos
de amantes lobos
agazapados
tras la bruma de
una orilla caída
en el cansancio
del bosque
a veces el hálito salvaje de la muerte
edifica
el vacío
y todo comienza de
nuevo
como un signo del
extravío que nos quema
la oscuridad
pidiendo la mañana
inciertos nos abrimos en ella
al chasquido de un
galope a una espalda desnuda
a las manos que
nunca nos han mirado.
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