Bello el vino
puesto de pie sobre la mesa,
como si ofrendáramos siempre algo,
repitiendo el tiempo en brama
de la tierra.
Bella la luz que brota del vino
y nos convierte en campanas
diciendo oscuridades del alma
que ponemos a volar
y con el viento de enero se incendian
haciendo del crepúsculo
un nido inmenso y apretado
de humo rojo.
Bella la palabra purificada
con la luz del vino
que florece de nuestra sangre profunda,
continente del amor y herida del demonio
que nos habita,
hasta que decimos el misterio,
el dolor
y el capricho infinito
de seguir siendo.(De: De Secretos y Volcanes - 2001)
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