sábado, 30 de julio de 2011

Poema VII

Vienen las paredes y se unen
consumando el sostén del dolor
y este cuerpo,
tierra despierta y fascinada,
no deja que el talismán
de la palabra lo abandone.

No hay gestos en el centro de la hoja
aunque la pluma augure vuelos,
lejanías desterradas en la niebla,
vagabundas flores esparciendo polen
con el relámpago de la luz que se extingue.

Cada noche una explosión de caballos
galopa entre la infancia y los demonios
susurrantes del error,
remolinos con voces marinas,
lentas caricias de pájaros que juegan
a perderse en travesías de la memoria.

Cada noche el cuerpo huele a mar,
a negra tierra callada
y a barcos naufragando en el sueño.

(De: Samotracia - 1999)

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