sábado, 30 de julio de 2011

Caballos Azules (1911) Franz Marc

Poema VII

Vienen las paredes y se unen
consumando el sostén del dolor
y este cuerpo,
tierra despierta y fascinada,
no deja que el talismán
de la palabra lo abandone.

No hay gestos en el centro de la hoja
aunque la pluma augure vuelos,
lejanías desterradas en la niebla,
vagabundas flores esparciendo polen
con el relámpago de la luz que se extingue.

Cada noche una explosión de caballos
galopa entre la infancia y los demonios
susurrantes del error,
remolinos con voces marinas,
lentas caricias de pájaros que juegan
a perderse en travesías de la memoria.

Cada noche el cuerpo huele a mar,
a negra tierra callada
y a barcos naufragando en el sueño.

(De: Samotracia - 1999)

Poema VIII

No quiero que me vean
como quien se va quedando lejos,
en algún lugar donde el agua
huele a musgo
y las manos demoran flores
marchitas en la hierba.

No quiero que me vean
como quien se pone
un tejido de lana negra
y de pie, sin pruebas,
está con los ojos vaciados
de infinito.

(De: Samotracia - 1999)

miércoles, 20 de julio de 2011

Poema 43

De los espejos de la noche y sus trampas,
                        surge tu rostro,
ovillándose a un lado de la ventana
como un niño dibujado en el sueño.
Mañana
habrá un lugar remoto que regresa
acercando el olor de la tierra,
sus tormentas.
Pero siempre el mar,
tan lejos
y tan cerca,
ordenando el litoral de mi cuerpo.

(De: Fin de lo Perdido - 2007)

Poema 32

           Tengo mis manos apoyadas en tu perfume
       mientras nos miramos como se miran los astros,
                     con desmesurada lejanía.



(De: Fin de lo Perdido - 2007)

viernes, 15 de julio de 2011

Tsarskoie Selo

Poema 27

Soy la que separa el agua de los náufragos
del sueño atormentado que conduce al destierro,
a la mirada final arrojada sobre lecho rocoso.
Allí donde el mar guarda el origen diluviano,
donde el nombre de las cosas termina
y se acaba también el rostro
y todo lo inevitable se presiente
con la fuerza que imponen los dioses.
Soy la que asistió a ceremonias
                              de maldición y muerte.
Algo, como un olvido, deshace la memoria,
entonces me despido del desierto y su voz inaudible
de astillas enterradas,
dejo que las ramas del cielo cuajen su luz
y se parta en lluvia la respiración en mi boca.

(De: Fin de lo Perdido - 2007)

Tsarskoie Selo

Tibias las tardes de otoño,
tibias las tardes de otoño bajo el sauce
reclinado como el poeta sobre mí,
con sus ramas como alas
y sus pájaros,
los múltiples pájaros
llegados de un mar
donde compartieron con el hombre
y los tiburones
y con otros pájaros detenidos
en la resaca emergida de lo más profundo,
el alimento primordial
encallado en la calma transparente
después de la tormenta.

Tibias las tardes de otoño,
tibia tu mano que me contiene
y me cobija
y me protege
hasta de mi muerte.

(De: De secretos y volcanes - 2001)

domingo, 3 de julio de 2011

La Vladimirka (1892) Isaac Levitan

Poema 33

                     I

Me extingo.
Agazapado grito insaciable
profana la noche
y luego invierno.
Me extingo.
Del otro lado del aire
la piedra
soñando silencio de lejos.
Me extingo.
De mis ojos de mis huesos
de mi sangre de mi boca
de la última lágrima
el desvelo pone su paisaje
sus fantasmas arrodillados
su destierro
voces de caracolas
dibujan el río
viborón de plata
bajando de la selva
guaraní despojado
mano desnudando árboles.
Me extingo.
La voz del mundo
entristece amores
conjurados por el olvido
no es el lugar
no es la hora
carro de fuego
alimentando un milagro.
Me extingo.
Que nadie sepa
el amanecer
con fragmentos
de agonía.
Sólo yo.
Con mis alas en abismo
respirando lo que falta
detrás del hilo azul
de un humito
en vuelo
sauce señalando
el mundo
grito al límite del aliento
destruyo el villancico.
Me postro.
Bebo el insomnio
en vasos de fiebre
no hay escapatoria
arranco estrellas con la boca
las devoro
un instante de resto saqueado
deshago la luz
me columpio con la muerte
no aprendí.
Me extingo.

                     II

No sobrevivo.
Al nido de tibieza
que ofrecen los ojos
lenta mirada
de vino bebido lento
y el puente
que busca siempre el vacío
no me deja cruzar
me ataca
con su curva de hierro
palabras
que no puedo
pronunciar.
No sobrevivo.
Al enmascarado
en el cementerio
y ese hombre
colgando su silencio
de las ruinas
escalofrío de la despedida
hay una voz
hablo hablas habla
aluvión invisible
con bordes de adoquín
la ciudad
y su abrazo maldito
sigo el paso
por el laberinto de la noche
el vino rueda
su tierra de claveles.
No sobrevivo.
Los otros
la ciudad bajo la lluvia
alimenta delirios
me pierdo del otro lado.
Ya no sé
quién soy.

(De: Detrás del Hilo Azul - 2010)