miércoles, 13 de octubre de 2010

Miren a ese hombre





Miren a ese hombre quieto como un árbol
contemplando volcanes que se van
con nubes lentamente a la deriva.
Desde espacios remotos le vuelven paisajes
embriagados por un cielo
bebido a puro sol en salares de la puna.

Miren a ese hombre solo
y en vigilia como un chamán.
Mientras los astros rozando cumbres
pasan indiferentes y ensimismados,
un recuerdo le impone a su pena
coplear con la acequia
su agua más tierna y luminosa,
la del olvido.


(De:  Detrás del hilo azul  -  2010)

Sucede el giro indolente del día





               Sucede el giro indolente del día
                     disuelto en otoño azul,
                             iluminado.
      Sucede como el dejarse estar de los árboles
              intentando susurros con la hierba
     que de tan pequeñita que es, no tiene nombre
                             pero crece.
             Sucede este violín buscando su voz,
                           ese más allá,
     por la noche laboriosa de grillos y de estrellas.
               Pero algo sucede y permanece,                                     
          como un remedio salvador de la sequía,
                           tus poemas
           que fluyen con certeza como el agua,
         diciendo todas las formas  de tu abismo,
      huesos del pasado hecho cenizas en la boca.
        Ellos vienen de turbios mares con silbidos
        de vaya a saber qué perversos fantasmas
             tributarios del encono de la fiebre.
      Vienen uniendo lo desmembrado del exilio.
                    Traen tus ropas mojadas
      después de haberla cabalgado como en celo,
                            sin descanso,
                             a la muerte.


(De:  Detrás del hilo azul  -2010)

El encuentro





Veo abismarse las guampas en el aire
atravesando un silencio blanco de piedras
que amortigua zumbidos de la intemperie.
Negro, dispuesto sobre el rugido del sol,                 
el corazón se alerta en costillas del miedo.

Me vuelvo arroyo y despierto en voces
debajo de la piel,
de la tierra donde siempre he soñado,
arena quieta de viento y de luz mordida.

Entre el toro y yo la mirada no tiene heridas
y la muerte sabia se vuelve inútil
porque  entre él y yo
flota el aire respirado por la montaña,
limpio,
sólo aire inventando otra vez mi alma.


(De:  Detrás del hilo azul  -  2010)

Tejido de luz







Tejido de luz
en piedra rajada,
tan leve
como dulce saliva
de Dios
sosteniendo fugas
de un cielo distraído
y sordo,
muerto en la boca
que no grita,
no dice,
no.

Vela en viaje
clausura el día
sobre la mesa,
cuando la mano
cerró la risa
frente al espejo,
fatalidad y vértigo
ya inútil,
no hay espera,
no hay ausencia,
no hay.

Lleno de miedo
sólo un perfume
orilla el cuerpo,
presagio de embestida,
el ojo
arrastra visiones,
las descompone
en rostros salvajes,
no hay abrigo,
no hay certidumbre,
no hay.

La tierra alta,
muy alta,
casi azul,
su olor,
animal sin dueño
como el viento,
como un río
llevándose el cielo
lejos
y con él
algo leve,
insostenible luz
en la saliva de Dios.


(De:  Detrás del hilo azul  -  2010)