domingo, 26 de septiembre de 2010

A un poeta de Chile


Dos manos vienen a la deriva
flotando por el Mapocho,
dos manos vienen sin dueño
porque veinte años hace
                        fue muerto.

             En Isla Negra nadie había para salvarlo.

Dos manos vienen a la deriva
hasta la costa del mundo,
flotando vienen,
 a la deriva vienen,
dos manos del hombre
testigo de muchas muertes
que hicieron uniformados.

               En Roma nadie había para salvarlo.

Las manos perdieron al dueño
que hace veinte años fue muerto.
Desangrado murió el poeta
al que le cortaron las manos.

                Cristo, entre lágrimas, le dio las suyas.

Quiero creerlo.


(De:   De Secretos y Volcanes   -   2001)

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